La canción melódica iberoamericana encontró a algunos de sus mejores exponentes de las maneras más insospechadas. Si una lesión alejó a un joven Julio Iglesias de las inferiores del Real Madrid, una cornada cortó la carrera de Jesús Emmanuel Acha como novillero. Alejado de los ruedos (hijo de un matador y de una cantante de coplas) siguió el otro camino familiar: los escenarios. Para 1979 ya se había hecho de un nombre ascendente y estuvo a punto de ganar el festival OTI. El siguiente paso era ponerse en manos de uno de los Rey Midas de la industria en ese momento, por lo que viajó a Madrid para grabar junto a Manuel Alejandro.
Pocos discos de la época tienen tal concentración de éxitos y han quedado grabados tan a fuego en la memoria de una generación. Íntimamente lo tiene todo. “De 10 temas, 9 fueron número uno”, según recuerda el propio Emmanuel. Manuel Alejandro y su esposa Purificación Casas (Ana Magdalena) compusieron una serie de temas que la voz juvenil del mexicano llevó a la estratósfera, convirtiéndose en uno de los discos más vendidos de la época. Alejandro se encargó de una producción detallista, aún anclada a los estándares de la canción melódica setentera, pero con una serie de ganchos infalibles. Los saxofones de “Quiero dormir cansado” o las cuerdas de “Todo se derrumbó” son dos intros distinguibles al instante.
Líricamente, el disco explora los caminos del desamor, la separación y la traición. Pero incluso en esos grandes tópicos, es la referencia a lo cotidiano, a lo íntimo, lo que guía los temas: “El día que puedas me mandas con alguien / las cosas que ahora pudiera olvidar, / los libros de versos que yo te leía, / los días felices que no volverán”. O “quiero dormir cansado / para no pensar en ti / quiero dormir profundamente / y no despertar llorando / con la pena de no verte”. Nadie le puso mejor voz a ese sufrimiento personal como Emmanuel en un disco irrepetible que corona la época dorada de los grandes baladistas de Latinoamérica.