“Tabaco y chanel” fue la canción que puso en el mapa a Bacilos el año 2000. Sin embargo, entonces, el éxito del grupo se remitió a un par de emisoras que lograron ubicar estéticamente al trío, pues su cercanía con la trova y la música romántica, filtrada por una película pop y caribeña no bastaban para conquistar a las grandes audiencias. Hasta su segundo álbum, Caraluna. Si el grupo había demostrado un talento valioso, con el primer single de Caraluna, titulado de forma homónima, encontraron su lugar definitivo. Era la misma música de fuerte arraigo latinoamericano, pero inserta en el pop con mucho más propiedad y con una vocación de masividad que se confirmaba a medida que el single recorría el continente. Lo que con el tiempo fue conocido como tropipop. Luego vino la sabrosa y divertida “Mi primer millón”, la bellísima balada “Solo un segundo” y el elegante ejercicio folk de “Odio el silencio”, para no dejar espacio a las dudas.
Pero, ¿qué hizo a Bacilos un grupo destacado en uno de los mejores momentos para el pop de cantautor en la historia de Latinoamérica? Primero su conformación. El trío colombiano/puertoriqueño/brasileño integrado por Jorge Villamizar, José Javier Freire y André Lopes bebía de distintas escuelas de música caribeña, tan ricas como el vallenato, la trova, el merengue y la MPB. La versatilidad de los músicos para interpretar distintos estilos, la voz cálida de Villamizar y la excelente manera de encarar el ejercicio de la canción pop dotó al grupo de una personalidad casi sin parangón a inicios de la década del 2000. Caraluna fue la tarjeta de presentación con la que el trío se inscribió en la historia continental, a punta de innovación, vocación de masas, identidad y buenas canciones. Sobre todo buenas canciones. “Tranquila querida, Paulina solo es una amiga”.