Ladrillo con ladrillo en un diseño mágico, construcción del cantante que alguna vez quiso ser arquitecto pero que terminó armando y desarmando, “tijolo com tijolo” como un albañil, su obra más importante y uno de los discos más trascendentales de la música del siglo XX. El séptimo disco de estudio de Chico Buarque marca su regreso del exilio en Italia, y tuvo al momento de su edición un gran impacto de ventas en Brasil, alcanzando las 140 mil copias en su primer mes.
El disco parte con tensión y algo de suspenso. Con los primeros diez segundos de los arreglos sinfónicos de “Deus lhe pague” y luego con su letra, Buarque adelanta por dónde nos va a llevar (“Por esse pão pra comer, por esse chão pra dormir / A certidão pra nascer e a concessão pra sorrir / Por me deixar respirar, por me deixar existir / Deus lhe pague”). Parte con el ahogo social, para luego aterrizar en el ahogo “Cotidiano”, bajando de la ciudad vigilante, y a la vez prisionera de ese “Dios”, a la puerta del hogar, con una trompeta que ya es un comienzo clásico de la MPB. Le sigue “Desalento”, escrita con Vinicius de Moraes, que es una bossa nova que da el respiro justo entre “Cotidiano” y lo que viene después.
“Construção”, una de las piezas más importantes de la música popular mundial, fue elegida por Rolling Stone Brasil como la mejor canción de la historia de la música brasilera. Aquí los arreglos vanguardistas de Rogerio Duprat (conductor y arreglista de Tropicália ou panis et circencis -1968-) se mezclan con una letra que al describirla no se le haría justicia. Solo hay que escucharla, leerla y releerla para adentrarse en sus laberintos. Una interpretación brasileña del sincretismo que por entonces experimentaba la música latinoamericana.
A “Cordão”, que es una bossa nova que llama al Buarque de sus primeros álbumes, le sigue ‘Olha Maria’ escrita junto a Vinicius y Jobim. En “Samba de Orly” y “Valsinha” vuelve a colaborar en la creación con Vinicius. La primera, coescrita también con Toquinho, es una samba en la que canta sobre su/el exilio; en la segunda, reaparece la tensión del comienzo del disco, pero atenuada y más delicada, acorde a una letra que pareciera una continuación y un cierre de “Cotidiano”.
Las dos últimas canciones son nostálgicas en su ternura, envueltas en abandono y amor. Primero en “Minha história” (versión de “4/3/1943” de Lucio Dalla), en la que Menino Jesus nos cuenta la historia de su vida desde el primer encuentro entre su madre y su padre, al que nunca llega a conocer; para luego finalizar el disco con “Acalanto”, especie de canción de cuna con la que Buarque parece decirnos que, después de toda la intensidad, nos deja descansar.
Las letras y composiciones de Buarque, con la dirección musical de Magro de MPB4, nos regalan arreglos musicales de delicadas guitarras, propias de la bossa nova y la samba, pero también orquestaciones que incluyen trombones, trompetas y violonchelos, que configuran un álbum eterno que terminó de consolidar a Chico Buarque como uno de los imprescindibles cantautores de la música popular del siglo XX.