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«Álvaro Carrillo interpreta las canciones de Álvaro Carrillo» Álvaro Carrillo

México

Bolero

1966

RCA Camden

Oriundo de la costa chica de Oaxaca, Álvaro Carrillo es uno de los compositores más venerados del siglo XX. De niño tenía un ferviente apetito por la lectura, especialmente los clásicos griegos. Este amor por la lectura se trasladó al aula, donde rápidamente se hizo conocido como un alumno talentoso. Y para alimentar su hábito lector iba a las fiestas del pueblo donde cantaba y componía coplas para ganarse el dinero para comprar más libros. Su amor por los boleros llegó más tarde en la adolescencia, cuando descubrió el filin cubano y cantantes como César Portillo de la Luz e Isolina Carrillo entre otros. El movimiento filin era un sincretismo entre bolero, jazz y trova, donde la canción se canturreaba y hasta susurraba. Su facilidad con las palabras y su nueva obsesión por el filin, junto con las ricas tradiciones musicales de coplas y chilenas de Oaxaca, ayudaron a dar forma a su composiciones, que fue puliendo en las fiestas en las que fue contratado para tocar en su juventud. 

Se graduó como ingeniero agrónomo y ejerció la carrera, aunque nunca dejó de escribir canciones. Luego conoció a Carlos Madrigal integrante del Trío Los Duendes y le mostró su canción «Amor mío». A Madrigal le encantó y Los Duendes grabaron la canción. Esa fue la validación que necesitaba Carrillo, para dedicarse a tiempo completo a escribir canciones. A lo largo de finales de los años cuarenta y cincuenta se haría conocido dentro de la escena musical mexicana como un prolífico compositor que escribía melodías encantadoras con estribillos ingeniosos y memorables.

Para 1966, Álvaro Carrillo ya era parte de la realeza musical mexicana junto a compositores como Agustin Lara, José Alfredo Jiménez, y Consuelo Velázquez entre otros. Sus canciones habían recorrido el mundo y habían inspirado muchos amores y lamentos desgarradores. Sin embargo, para muchos su voz aún estaba por descubrir. Así llega este álbum donde Carrillo decide grabar algunos de sus clásicos y dejar su huella para que las generaciones posteriores lo descubrieran. En temas como «Luz de Luna» su manera de escribir nos deja una joya como la novedosa plenilunada, que Octavio Paz llamó “la aportación de Álvaro Carrillo a la poesía en español”. Más allá de la anécdota semántica, las palabras de Carrillo se acentúan por el filin que Carrillo emplea en su interpretación y las melodías atemporales que acompañan. El mejor ejemplo es «Sabor a mi» que ha traspasado generación tras generación y ha permanecido en la conciencia musical colectiva del continente por décadas. Pocos compositores en el planeta pueden decir que han escrito canciones que han resistido el paso del tiempo, y Alvaro Carrillo es uno de ellos.

Julián Jiménez