¿Quién fue Gardel antes de ser Gardel? ¿El pibe nacido en Toulouse que negó su origen francés para no pelear en la Primera Guerra Mundial? ¿El nacido en Tacuarembó, Uruguay, de Carlos y Berta Gardel, o el nacido en La Plata? ¿Era (o no) el ‘pibe Carlitos’, un estafador de poca monta, que conoció la prisión? Quizá no sea del todo relevante. Haciendo a un lado esa sucesión de sombras y fantasmas, la realidad es que una tarde de abril de 1912, en un edificio de la Avenida de Mayo en Buenos Aires, Carlos Gardel grabó su primer sencillo, “Sos mi tirador plateado”, para Columbia Records. Todavía usando el sistema análogo, que registraba la onda sonora directo en el disco de acetato. Con esto comenzaba una de las trayectorias más fascinantes de la música latinoamericana, que llevó al tango, un género marginal y marginado de los suburbios de Buenos Aires, nacido de la inmigración europea y africana en la Argentina, a las pantallas de cine, estaciones de radio y pistas de baile de toda América y Europa
Planteemos una verdad, esa sí absoluta: Carlos Gardel nunca conoció los discos de vinilo de larga duración. Su trágica muerte en un accidente de avión en Medellín en 1935, en el pináculo de su carrera, lo dejó para siempre unido a la época de los singles de 78 rpm. Los primeros álbumes aparecen recién a finales de los años cuarenta. Por ende, cualquier intento de compilar (y sobran las recopilaciones del ‘Morocho del Abasto’) siempre serán guiadas por alguna curaduría temática, por consideración temporal, estilística o simplemente agrupando éxitos.
En lo particular, esta recopilación de 1997 es un buen pantallazo de los sonidos y facetas de la carrera de Gardel. Incluye algunas selecciones de los años veinte, cuando recién comenzaba la grabación eléctrica (la milonga “Soy una fiera”, de 1926, y el tango “Leguisamo solo”, de 1927, que se cuentan entre los registros más antiguos incluídos en esta lista), y donde aún se hacía acompañar por las guitarras de Guillermo Barbieri y José Ricardo. Pero también compila grabaciones de mediados de los años treinta, ya con orquesta típica, ambientando las cintas que hizo para los estudios Paramount. Aquí aparecen verdaderos clásicos de la música argentina y latinoamericana como “Por una cabeza”, “Mi Buenos Aires querido”, “Tomo y obligo”, “Volver” y “El día que me quieras”.
El tango, ese ‘pensamiento triste que se baila’, emergió de los arrabales porteños al calor de la inmigración, mezclando la melancolía de los viajeros, las músicas europeas que arribaban al puerto, las milongas y músicas criollas del paisano, y también las sensibilidades de los negros que aun bailaban sus candombes a fines del XIX. A partir de esa mixtura, la música se fue haciendo más compleja y refinada, y la letra se fue puliendo en la voz de sus poetas, estilizando el barrio y la añoranza (eso sí, manteniendo el lunfardo, ese ‘caló’ hablado en las calles del Buenos Aires en aquellos tiempos), por lo que el Zorzal Criollo, con su voz donde aún resuenan los ecos de Caruso y el bel canto, podía expresar con toda su magia: “Barrio plateado por la luna, rumores de milonga es toda su fortuna. Hay un fueye que rezonga en la cortada mistonga, mientras que una pebeta, linda como una flor, espera coqueta bajo la quieta luz de un farol”. ¿Qué más podemos agregar? Si cada día canta mejor.