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«Ojalá que llueva café» Juan Luis Guerra y 4.40

República Dominicana

Merengue

1989

Karen Records

Antes de ese bastión de pop caribeño que fue el álbum Bachata Rosa y mucho antes de su reconversión artística y espiritual al cristianismo, Juan Luis Guerra -al mando de los 4.40-, grabó su disco más fundamental. En Ojalá que llueva café, Guerra terminó de definir su sonido y condensó sus inquietudes artísticas, eclipsando de paso a Latinoamérica como un cantautor diestro, carismático y contingente.

El cuarto disco del dominicano fue producto de años en el ruedo, no solo musical, sino personal y formativo. Sus estudios en letras y filosofía, su camino errante por distintas ciudades de República Dominicana y Norteamérica y su educación como arreglista y músico de jazz en la prestigiosa escuela de música de Berklee, lo dotaron del talento, sensibilidad y carácter para dirigir a los cerca de treinta músicos que participaron en la grabación, imprimiéndole, aun así, un sello personal inconfundible. Grabación que fue antecedida por situaciones desfavorables y trágicas, como conflictos que tensionaron la interna de los 4.40 y la accidental muerte del percusionista y amigo Ángel Miro Andújar.

A lo largo de las canciones, es posible percibir a una orquesta de músicos que zigzaguean con plasticidad por géneros diversos, desde el primer acorde de “Visa para un sueño” (¿No es acaso ese acorde de Fa lo más cercano que tenemos en Latinoamérica al riff introductorio de “A Hard Day’s Night”?), pasando por salsa en “Razones”, merengue romántico en “De tu boca” (con la voz estelar de Mariela Mercado), el hit discotequero “La gallera”, folclore venezolano en “Woman del Callao” (única canción compuesta por otro autor, Julio Delgado) y calipso en “Ángel para una tambora”, dedicada a Miro Andújar. 

Los sencillos que lo hicieran continentalmente famoso suman además “Ojalá que llueva café”, canción que da título al disco y que, junto a “Visa para un sueño”, representan el perfil más consciente del dominicano, que por entonces demostraba admiración pública por otros artistas como Rubén Blades y Silvio Rodríguez, de reconocida tendencia izquierdista. Esta última relación le trajo problemas con la comunidad cubana disidente, lo que significó un duro golpe en la intachable carrera del artista.

La última década del siglo XX comenzaba en Latinoamérica y sus pueblos reclamaban por héroes culturales que superarán las narrativas monolíticas de la Guerra Fría. Juan Luis Guerra ocupó un lugar central en el recambio de nuevos ídolos de la canción popular, al encarnar al músico moderno, de aspiraciones altas, pero que, pese a mezclar folclores caribeños con las texturas del jazz vocal norteamericano, se encargaba de manifestar que su raíz identitaria siempre sería local. El peso continental de uno de los mejores discos editados en el Caribe.

Cristofer Rodríguez