En este álbum encontramos razones de sobra para que se le considere a Irakere una de las mejores orquestas de jazz del mundo. Está compuesto casi enteramente por temas de la autoría de Jesús “Chucho” Valdés, excepto por “El Duke”, de Dave Brubeck, presentada con el sonido característico de las big bands y la sutileza de Valdés al piano.
El tema que da título al disco debutó en el Festival de Jazz de Polonia en 1970, donde por primera vez se presentó un grupo cubano. Misa Negra lleva el sincretismo religioso a la música y es producto del interés de Chucho Valdés por recrear una misa africana. Esto lo consiguió al componer una suite dividida en cuatro movimientos que describen una ceremonia religiosa yoruba tal como se practica en Cuba: Rezo, Acercamiento, Llegada y desarrollo, y Despedida. Además, añade un tributo a la música brasileña en “Samba para Enrique” dedicada a Enrique Plá; y el “Concierto para Metales”, donde Irakere demuestra con maestría uno de sus sellos característicos: la combinación de las percusiones con la sección de metales, en esta ocasión en una pieza inyectada con funk y ritmos latinos.
La visión única de Irakere reconfiguró la música cubana al sumar raíces africanas a los elementos del jazz, incorporando instrumentos como los tambores batá, arará, yuka y la lengua yoruba, y al usar el piano como tambor con armonías jazzísticas y clásicas, convirtiendo al grupo en un punto de referencia obligado para el jazz latino.